Eduardo Galeano

Eduardo Galeano

domingo, 28 de febrero de 2016

Violencia sobre el cuerpo y violencia estructurada

La violencia se encuentra estrechamente relacionada al cuerpo, asimismo, a cómo este consolida relaciones sociales y culturales. En este sentido reconocer como el cuerpo ha sido un elemento fundamental para la conformación de hegemonía, control e incluso dominación gracias a la violencia sobre el mismo y a la violencia incorporada resulta relevante para comprender la configuración social.
En este sentido, la violencia sobre el cuerpo y la violencia incorporada permiten preguntarse sobre cómo los territorios han sido construidos sobre el miedo, la muerte y el dolor, por consiguiente, cómo la construcción territorial se ha dado desde una única visión, homogénea y hegemónica.
generar o mantener un orden a través de hechos contundentes sobre los objetos, los cuerpos o los campos de relación social, precisando así un objetivo localizado en el tiempo y el espacio.” (Chaves, 2011, pp. 164)
De esta manera, a partir de la vivencia personal de la violencia, se reconfiguran las prácticas sociales en torno a la aceptación o a la resistencia; cabe aclarar que esta reconfiguración implica cambios culturales, políticos, económicos o sociales.
En este sentido, las prácticas corporales regulan al individuo, lo mantienen como un cuerpo controlado.
Así, la violencia entendida como técnica corporal genera aceptación social y limitación. Es decir, y como bien lo muestra la película y el trabajo de campo de Chaves, la violencia se transforma en un elemento que hace parte de la cotidianidad, un elemento que se reproduce y se acepta, aceptando así la imagen construida sobre el cuerpo, imagen ligada al miedo, al dolor y al control.

“la violencia es una técnica corporal, en la medida en que llega a ser aceptada por las sociedades, imitada e instruida sobre el cuerpo; pero, además, retroalimentada de los usos y manejos coyunturales.”(Chaves, 2011, pp. 166)

De igual manera, en La Dominación Masculina (1998), Bourdieu expone como se trasgreden las estructuras mentales, genera una vocación, que es vista como una decisión personal pero que al final es sometida por el inconsciente  que esta guiado por la estructura.
De igual manera, la deshumanización de la violencia, tanto en esferas sociales como individuales, logra potencializar y capitalizar la misma, tanto así que las víctimas se transforman sin notarlo en reproductores de la violencia, aumentando la brecha generada por la violencia, el miedo y la dominación.

Por último, Chaves realiza una invitación a matizar la violencia en relación al contexto de la misma, evitando caer en soluciones para la misma creadas en otros contextos o pensando que existe una única causa generadora de violencia.
En términos de Fals Borda, la ciencia, comprometida con las exigencias de la realidad debe plantearse desde tres premisas principales, la primera, responde a una dialéctica del conocimiento, que vea a la teoría y la practica como eje fundamental de causalidad; la segunda, a pensar y actuar, que de alguna manera, se ve estrechamente relacionada con la dialéctica del conocimiento, reconociendo que si desde las estructuras mentales hay un compromiso con la realidad, en el actuar del investigador también lo habrá. Por último existe una relación forma y contenido.
“la dimensión del “hecho” como proceso histórico, que la realidad es un “complejo de procesos”. Reconfirmamos por enésima vez que, en lo social, no puede haber realidad sin historia: los “hechos” deben complementarse con “tendencias”, aunque éstas sean categorías distintas en la lógica.”(Fals Borda, 1978, pp. 11)


Referencias Bibliográficas

Bourdieu, P (1998). La Dominación Masculina. Barcelona: Editorial Anagrama

Chaves, J (Julio/ Diciembre 2011). Entre la violencia sobre el cuerpo y la violencia incorporada. Hacia la promoción de la salud, Volumen 16. Pp. 162- 172

Fals Borda, O (1978). El problema de cómo investigar la realidad para transformarla. FUNDABCO. Bogotá.




sábado, 27 de febrero de 2016

El cuerpo más allá de si mismo

El cuerpo como diseño social, como mapa discursivo y elocuente ha consolidado y establecido caminos predeterminados para controlar y dominar. En ese sentido, es posible afirmar que el cuerpo tiene una gran influencia en la conformación de relaciones sociales, principalmente, relaciones que dan cuenta de las posiciones que ocupamos en el sistema.
En este sentido, la relación que se establece con respecto a la alimentación, la medicina, la moda, entre otros construye posiciones de los cuerpos en el sistema, posiciones que están cargadas de multiplicidad de factores y que se relacionan de manera directa con el habitus de clase, el capital simbólico, económico y social.
Así, es posible afirmar que la relación con el cuerpo y la manera en que el mismo se relaciona es producto de esquemas diversos, vinculados con lo que constituye el capital para cada clase.
No es sólo la apariencia la que determina la posición que uno ocupa, sino que los gestos, los modos del cuerpo, el tono de voz, la manera de hablar, la hexis corporal, se constituyen como símbolos que remiten a una determinada posición de clase. Estos modos de hacer son modos de ser; es decir que no sólo están fuertemente “naturalizados” sino que constituyen nuestra “naturaleza” misma. En este sentido es que decimos que las desigualdades sociales se hacen carne y son incorporados. (Aréchaga, 2010, pág. 22)

De esta manera, el cuerpo debe ser entendido no solo en su visión biológica clásica, sin por el contrario con un elemento transformador de prácticas, como un lugar en el que se escriben las condiciones básicas de existencia; como un lugar en el que a partir de técnicas e instrumentos se socializa a los individuos, se controla. En últimas el cuerpo debe ser comprendido como una herramienta de dominación.
La dominación es ejercida dos veces, en ese sentido es objetiva y subjetiva, objetiva ya que se da de manera visible, prohíbe y se reconoce por la estructura,  y subjetiva porque se reproduce en las estructuras mentales, en ese sentido, es simbólica. Esto es demostrado con algo muy simple, en lo cual los espacios privados corresponden al terreno de lo femenino y lo público a lo masculino. (Bourdieu, 1991)
Así, Bourdieu plantea el concepto de habitus, el cual es la somatización de la estructura objetiva, en ese sentido, consolida en el terreno del pensamiento, de lo inconsciente formas de pensar y actuar, que sin duda alguna surgen de la relación agente- estructura social, es decir, de la configuración social.
Por consiguiente, es posible plantear como a partir del habitus se consolidan las diferencias y estructuras de clase en relación al cuerpo.  
Es como si un habitus corporal socializado, es decir, un principio de unificación preconsciente y encardinado en los pliegues invisibles que engarzan la cultura y la fisiología, organizase la presentación íntima de los individuos ante el mundo. (Moreno, 2004, pág. 8)
Ejemplo de esto es la estética hegemónica, a partir de la cual se determina la apariencia en relación con la clase – la pobreza se relaciona con la peligrosidad-; estos estereotipos, que se encuentran en el habitus, son reflejo de esquemas clasificadores y de un orden dominante.

“En este sentido si aprendimos a vincularnos de una manera con nuestro propio cuerpo atravesado por la condición de clase, no parece atrevido pensar que la toma de conciencia de nuestro propio cuerpo es la toma de conciencia de la condición de clase, y a la inversa, para que sea posible la toma de conciencia de clase será necesario la construcción de esquemas propios de pensamiento, y por ende de acción, para repensar el propio cuerpo.” (Aréchaga, 2010, pág. 24)

Referencias Bibliográficas

Aréchaga, A. (2010). El cuerpo y las desigualdades sociales: el espiral de la reproducción social . Revista Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad N°2, 16-26.
Bourdieu, P. (1991). Investigadores de nuestro tiempo: Pierre Bourdieu . (P. Miquel, Entrevistador)
Eltit, D. (2005). Clases de cuerpo y cuerpos de clase . Aisthesis N° 38, 9-20.
Moreno, J. (2004). Cuerpo, Género y Clase en Pierre Bourdieu. En P. Bourdieu, Las Herramientas del sociólogo (págs. 13-184). Madrid: Fundamentos .


viernes, 19 de febrero de 2016

La categoría de cuerpo en relación al movimiento feminista

Repensar el cuerpo como elemento fundamental en la construcción de procesos de identificación implica reconocer como procesos históricos han sido relevantes para la construcción del mismo, al igual que los estudios de las ciencias sociales y sin lugar a dudas, el movimiento feminista.
Como afirma Turner, los estudios del cuerpo en ciencias sociales evocan sus anales en la antropología y la visión de un solo hombre y su papel en el mundo, igualmente expone como en el periodo de sociología clásica- Weber, Durkheim  y Parsons- el cuerpo no fue objeto de análisis e interés, relegándolo sobre estudios relacionados con procesos de industrialización y el crecimiento de las ciudades. Sin embargo, desde la escuela de Frankfurt la idea del cuerpo cambia, y los estudios en ciencias sociales empiezan a preguntarse sobre el papel de los cuerpos en relación al capitalismo y la creciente ola neoliberal. Asimismo, los estudios de Foucault y Bourdieu consolidan nuevas y amplias miradas en relación al poder ejercido sobre los cuerpos y la dominación.
De igual manera,  el movimiento feminista tiene una gran relación con la construcción de teoría sobre el cuerpo, ya que a partir de las luchas del mismo se generan diferentes miradas, esto en el marco de un proyecto emancipador que construyó una mirada colectiva del cuerpo; miradas que rompieron con los esquemas tradicionales y heterogéneos de lo masculino y femenino.
”Los cuerpos son definidos como masculinos y femeninos, y a partir de ahí se intro­ducen diferencias en las atribuciones sociales, culturales y económicas que se les asignan. La diferencia sexual es, en este sentido, una construcción simbó­lica que se adscribe a los cuerpos en función de su morfología, de tal modo que “La división social entre lo que es ‘femenino’ y lo que es ‘masculino’ pasa a tener en el cuerpo su equivalente analógico”. (Guerrero, 2012, pág. 2)
En este sentido, podemos afirmar que los cuerpos se producen sobre marcas de regulación, roles particulares que han sido asignados a partir de diferentes épocas históricas y controlados a partir de la medicina y la psicología.
De esta manera, resulta pertinente afirmar que el cuerpo femenino ha sido construido como un cuerpo otro, por consiguiente, ha sido silenciado, sometido a ser reconocido como objeto sexual, a satisfacer los deseos masculinos, como un cuerpo maternal, capacitado para la reproducción o para realizar trabajos desprestigiados socialmente.

“Se bosqueja así una visión caleidoscópica del cuerpo en la que confluyen lo económico, lo político y lo personal, la experiencia privada y el sentimiento de pertenencia a una colectividad, la racionalidad y la afectividad, lo biológico y lo cultural. Todas esas variables se superponen y entremezclan de un modo no reduccionista, sin llegar a perder su especificidad, de manera que cada uno de los elementos aporta un nuevo enfoque a la construcción de la identidad femenina y la articulación corporal de las identidades. Precisamente el cuerpo se sitúa en el núcleo de todas las variables, es la urdimbre en torno a la que se entreteje el mundo vivido y dota de contenido a la existencia: “El su­jeto del Feminismo […] es un sujeto encarnado, complejo y multiestratificado”. (Guerrero, 2012, pág. 3)
Ahora bien, el cuerpo reconocido como una posibilidad de mediación, como el núcleo de todas las variables, permite reflexionar sobre el papel del mismo en la transformación de relaciones sociales, políticas, económicas y culturales. En consecuencia, la categoría de cuerpo propuestas por el movimiento feminista permite repensar el mismo en planos políticos y simbólicos, transformando visiones heterogéneas y tradicionales en visiones colectivas de cambio y agenciamiento.
Por consiguiente, aunque es necesario que cada quien conozca y experimente su cuerpo como producto de múltiples variables subjetivas, el feminismo ha construido la capacidad de repensar el cuerpo como algo estático, y de la mano de teorías sociales ha propuesto un salto del cuerpo como algo personal al cuerpo como algo colectivo. En últimas, ha logrado redefinir las pautas sociales, la normatividad y la producción de imágenes y símbolos culturales.

“Pensar desde el cuerpo, ‘habitarlo’ y con-vivir con él se convierte en un proyecto de revalorización de la alteridad que la teoría feminista nos invita a explorar una y otra vez.(Guerrero, 2012, pág. 9)



Referencias Bibliográficas

·         Fernández, A. M. (2013). Los cuerpos del deseo: Potencias y acciones colectivas . Nómadas # 38, 13-29.
·         Guerrero, O. F. (2012). Pensar con el cuerpo, pensar desde el cuerpo. Thémata. Revista de Filosofía N° 46, 361-368.
·         Turner, B. (1994). Los avances recientes en la teoría del cuerpo. Reis , 11-39.



Identidad de Género y Orientación Sexual en el marco de los Derechos Humanos

Como hemos visto anteriormente, la construcción del género y su importancia dentro del crisol social ha sido fruto de grandes procesos históricos de lucha, en los cuales el movimiento feminista ha reivindicado los derechos de las mujeres, además de generar debates sobre la identidad de género y la orientación sexual. Por otro lado la construcción del género como categoría analítica, ha permitido a las ciencias sociales generar aportes para repensar el género en tanto relaciones sociales, políticas, económicas y culturales.

En este sentido, las causas nombradas anteriormente, entre otras, han fortalecido la construcción de marcos normativos que influyen en la construcción de políticas de género y orientación sexual. Así pues en relación con los Derechos Humanos y el goce efectivo de los derechos se ha consolidado un marco normativo que reconocer la identidad de género y la orientación sexual como un elemento esencial en relación a derechos internacionales y construcción de política pública.

Así pues, como reconoce la declaración universal de derechos humanos, deben ser prioridad para los Estados respetar, proteger y cumplir los derechos relacionados con orientación sexual e identidad de género; esto amparado por el principio de igualdad y no discriminación.

“Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país independiente, como de un territorio bajo administración fiduciaria, no autónoma o sometida a cualquier otra limitación de soberanía.” (Declaración Universal de derechos humanos, artículo 2)
En este sentido, la declaración internacional de derechos humanos reconoce como existen diferencias relacionadas con la identidad de género – cisgénero y transgénero- producto de condiciones culturales, además de un sinfín de relaciones sociales, múltiples y diversas, y la orientación sexual – homosexual, bisexual y heterosexual- producto de procesos gonadales, genitales y cromosómicos. Por consiguiente, resulta indispensable para los Estados establecer políticas que reconozcan la identidad de género y la orientación sexual como fundamental en el goce de derechos, viéndose obligado a respetar y proteger la diversidad sexual y de género.
Sin embargo, en Colombia, existen nodos problemáticos que impiden el goce efectivo de los derechos, entre ellos la discriminación sistemática en el entorno- preexistencia de la discriminación en el entorno social- la normatización y aniquilamiento en el marco del conflicto armado- discriminación acumulada, además de violencias en el marco del conflicto armado- y la violencia institucional- barreras y negligencia por parte del Estado. (unidad para la atención y reparación de las vicitimas; USAID; Organización internacional para las migraciones, 2014)
De esta manera, reconocer que aunque existen marcos normativos, construidos a partir de procesos históricos y luchas arduas, que ayudan a consolidar políticas públicas de género y orientación sexual el contexto del país ha dificultado el goce de derechos en relación a la orientación sexual y la identidad de género. Así pues, es necesario repensar las relaciones económicas, políticas, culturales y sociales en relación al género; propendiendo por transformar las relaciones micro sociales como las macro sociales.
De igual manera, resulta fundamental “deconstruir la idea de que sólo existen dos sexos y abrir a la posibilidad de entender estos más allá de aquello que se nos ha enseñado.” (Convenio Marco entre el ministerio de Educación y el fondo de Poblaciones para las Naciones Unidas (UNFPA), 2015, pág. 9); esto con el fin de romper las barreras culturales y sociales que impiden el goce efectivo de los derechos en relación a la identidad de género y la orientación sexual, además de significar un gran avance para la construcción de marcos normativos que se cumplan y respeten.

Referencias Bibliográficas

·         Colombia, A. c.-O. (2005). Hacia el pleno respeto de los derechos humanos de lesbianas, gays, bisexuales y transgeneristas. Bogotá .
·         Convenio Marco entre el ministerio de Educación y el fondo de Poblaciones para las Naciones Unidas (UNFPA). (2015). Orientaciones Sexuales e Identidades de género no hegemónicas en la Escuela: Aspectos para la reflexión. Bogotá .
·         Naciones Unidas- Oficina Regional América del Sur . (2013). Orientación Sexual e Identidad de género en el derecho internacional de los derechos humanos .
·         Unidad para la atención y reparación de las vicitimas; USAID; Organización internacional para las migraciones. (2014). Enfoque de orientaciones sexuales e identidades de género.
·         Unidas, A. g. (1948). Declaración Universal de Derechos Humanos. Articulo 2. París.






lunes, 15 de febrero de 2016

Feminismo: Movimiento Emancipador

Reconocer la importancia del feminismo en la construcción de relaciones políticas, económicas, sociales y culturales implica pensar en  las diversas condiciones que este movimiento trazo; esto además, relacionado con situaciones contextuales específicas, hitos históricos particulares y teóricas sociales.

De esta manera, es posible comprender como el feminismo no resulta una condición simbólica o netamente discursiva, entre otras definiciones peyorativas construidas en el imaginario social, por el contrario, es considerado como uno de los movimientos sociales más fuertes en el siglo XX y XXI, luchando por la transformación de las condiciones de las mujeres, además de su relación con el género. Por otro lado, el feminismo se ha consolidado como teoría social, logrando análisis de gran magnitud en relación a raza, sexo, género, etnia, condiciones políticas, poder, etc.
“Los cambios no hubiesen sido posibles sin la capacidad emancipadora del feminismo como movimiento social de transformación de las relaciones entre hombres y mujeres y del impacto que todo ello supuso en la producción del conocimiento.”(Beltrán, E, Maquieira, V, Álvarez, S, Sánchez, C, (2001).pp. 10)

En este sentido, repensar el feminismo como teoría social y como movimiento social implica comprender como a través de la historia las mujeres han jugado un  papel fundamental en la consolidación de relaciones sociales, políticas, económicas y culturales. Por consiguiente, reconocer el papel del movimiento sufragista en relación al feminismo liberal y los procesos de revolución industrial y francesa, como el papel del feminismo de la igualdad y la diferencia en la construcción del debate inicial en relación al cuerpo y la asignación de roles, así como los múltiples feminismos de la tercera ola, entre otros, permite ejemplificar la importancia del feminismo como movimiento político, además de como teoría social.

“El feminismo es capaz de percibir las «trampas» de ciertos discursos, y, en este sentido, el feminismo no es una alternativa teórica más, sino que actúa como conciencia crítica resaltando las tensiones y contradicciones que encierran dichos discursos. Estas contradicciones se hacen patentes cuando se enfrentan a las vindicaciones emancipatorias  del discurso feminista” (Amorós, 1997:142)

Ahora bien, aunque las teorías feministas iníciales no reconocieran las diversas condiciones diferentes a mujeres blancas, ilustradas; la característica emancipadora del movimiento feminista ha logrado transformar las condiciones de vida de múltiples agentes sociales. Asimismo, el feminismo de la tercera ola ha reivindicado y repensado las condiciones de clase, etnia, religión, relaciones con la tierra, etc., en relación al género, lo cual es muestra clara del alcance de la teoría como paradigma crítico.
En este sentido la teoría feminista puede ser entendida como teoría crítica, capaz de interpretar las condiciones políticas, económicas, sociales y culturales de un contexto específico.
“En este sentido, puede decirse que la teoría feminista constituye un paradigma, un marco interpretativo que determina la visibilidad y la constitución como hechos relevantes de fenómenos que no son pertinentes ni significativos desde otras orientaciones de la atención.” (Amorós, 1998: 22)


Referencias Bibliográficas
·         Beltrán, E, Maquieira, V, Álvarez, S, Sánchez, C, (2001). Feminismos: Debates teóricos contemporáneos- Introducción, pp.9-17. Alianza Editorial: Madrid.
·         Viveros, M (2004). De diferencia y diferencias. Algunos debates desde las teorías feministas y de género. Editorial Pontificia Universidad Javeriana: Bogotá.
·         Amorós, C-  (1997).  Tiempo de feminismo. Sobre feminismo, proyecto ilustrado y postmodernidad. Cátedra, col. Feminismos, Madrid.

                      (1998). El punto de vista feminista como crítica,  en Carmen Bernabé (Dir.), Cambio de paradigma, género y eclesiología, Verbo Divino, Navarra.

domingo, 14 de febrero de 2016

Construcción de Género como categoría analítica

Repensar el género como categoría analítica para la comprensión del crisol social implica reconocer como la misma ha experimentado diferentes cambios, los cuales traen consigo transformaciones históricas trascendentales para la comprensión de la realidad social.
Así, repensar la categoría de género implica reconocer que los sistemas de género- sin importar el periodo histórico- se constituyen de manera binaria, que oponen la hembra al macho, lo femenino a lo masculino, y que por lo general, estas construidos de manera jerárquica. (Conway, J, Bourque, S y Scott, J, 1987, pp. 6).
En este sentido, la discusión sobre el género implica identificar como a lo largo de la historia la categoría se ha construido, cual ha sido su avance, debate y además como la misma se ha construido en las ciencias sociales.
El interés del género como categoría analítica surge a finales del siglo XX, sin embargo anteriormente las teorías construidas desde el siglo XVIII desarrollaban lógicas en relación a los roles hombre- mujer, o en relación a los sistemas sexuales. Sin embargo el termino género “forma parte de una tentativa de las feministas contemporáneas para reivindicar un territorio definidor específico, de insistir en la insuficiencia de los cuerpos teóricos existentes para explicar la persistente desigualdad entre mujeres y hombres” (Scott, 1996, pp. 292)
Asimismo, surge el debate a la ciencia desde el humanismo, el posestructuralismo, la teoría critica, entre otros; espacios desde los cuales el feminismo ha consolidado voces teóricas, aliados académicos y políticos. Entonces, resulta pertinente exponer como el rol de la mujer en la vida social no es un producto, por el contrario es resultado de diversas condiciones culturales, sociales, políticas y económicas que adquieren significado a través de la interacción social.
Así pues, en un inicio la construcción del genero se relacionaba con una base biológica en relación a la asignación de roles. Autores como Talcott Parsons relacionaban la racionalización con la definición de roles de género, y sus funciones en términos económicos y sexuales. Además, la visión parsoniana del género aceptaba sin cuestionamientos las caracterizaciones de conducta y sexualidad establecidas por las ciencias sociales de los años 30 y 40, considerando como desviaciones a aquellas conductas no binarias, y salidas de la relación macho, hembra, mujer hombre.
La visión de Parsons del género, que es un ejemplo de las visiones hegemónicas construidas a través de la historia demuestran como el género como categoría analítica era visto simplemente como “El conjunto de ideas, representaciones, prácticas y prescripciones sociales que una cultura desarrolla desde la diferencia anatómica entre los sexos, para simbolizar y construir socialmente lo que es “propio” de los hombres (lo masculino) y lo que es “propio” de las mujeres (lo femenino)” (Lamas, M. 1994, pp.84)
De igual modo, el género ha consolidado fronteras de clase, de etnia, políticas, económicas y sociales. Fronteras que se mueven, cambian y mutan; que no operan solo en la base material de la cultura, sino también en lo imaginado, lo simbólico. Fronteras que se transmiten sobre los diferentes usos del lenguaje y de símbolos, en últimas, que son transmitidas desde nuestros cerrados sistemas de pensamiento.
Ahora bien, aunque la compresión del género haya sido abordada desde las ciencias sociales, resulta pertinente reconocer como los  sistemas parentesco, relacione a partir de ámbitos domésticos, la relación del género con el mercado del trabajo y la división social del mismo, la subordinación de géneros, sus relaciones con el sistema de poder y la subjetividad de los actores en relación al sistema social son variables relevantes que permitirán avanzar en la construcción del género como categoría de análisis.
Así pues, el reto de repensar la academia en relación al género deja abiertas infinitas posibilidades para pensar en las estrategias políticas feministas actuales y el (utópico) futuro, porque sugiere que el género debe redefinirse y reestructurarse en conjunción con una visión de igualdad política y social que comprende no sólo el sexo, sino también la clase y la raza” (Scott, 199, pp. 300).

Referencias Bibliográficas
·         Conway, J- Bourque, S y Scott, J (1987). El concepto de género, en learning about women: gender, politics and power.
·          Scott, J (1996). El género: una categoría útil para el análisis histórico en El género: la construcción cultural de la diferencia sexual. Pp. 265- 302- PUEG, México.

·         Barbieri, T (1993). Sobre la categoría de género: Una introducción teórica- metodológica. Debates de Sociología No 1. UNAM

sábado, 13 de febrero de 2016

La performatividad del género


Las discusiones sobre género han estado enmarcadas en problemáticas que relacionan las maneras en las que se construye culturalmente la idea del otro, además de su relación con el problema de la sexualidad, y más a fondo, su proximidad con los procesos de identificación.
En este sentido, como expone Lazlo Pearlman, hablar de género implica pensar que todo cambia, que no hay nada definido de por sí, en cambio, es necesario repensar la idea del genero ligada al cuerpo como un espacio que no es único, que no es definible e inmutable; por el contrario, es producto de un conjunto de imaginarios, deseos, transformaciones y trasgresiones que parten de relaciones políticas, culturales, sociales y económicas; de esta manera, implica abrir caminos entre lo que creemos cierto y falso.
Así, repensar el género como categoría de análisis permite repensar como los sistemas de género y sexo son producto de prácticas, símbolos, representaciones y valores sociales, que se han construido a partir de diversos procesos sociales e históricos.
Por consiguiente, el género podría entenderse como “el conjunto de disposiciones por el que una  sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana y en el que satisfacen esas necesidades humanas transformadas” (Rubin, 1986).
Ahora bien, las diversas discusiones generadas en relación al género invitan a reflexionar sobre como la construcción de roles sociales, ligados al género deja de lado las múltiples diferencias sexuales- sexo cromosómico, gonadal, hormonal, anatómico y fisiológico- relaciones ligadas a sistemas de poder, el papel de la mujer en la reproducción,  jerarquías sociales y condiciones de conflicto desfavorables para las mujeres construyen roles sociales, roles ligados al género.
Así pues, es necesario abrir nuestros sistemas de pensamiento sobre el género y el sexo como algo ligado a distintas posibilidades, conductas, sensaciones, imaginarios y construcciones. Además, es necesario comprender que las concepciones tradicionales del género se encuentran atravesadas por desigualdades sociales, distintas jerarquías y relaciones de poder; que contemplan también desigualdades  económicas, políticas y culturales.
De la misma manera, resulta relevante comprender como el género, entendido en su forma tradicional, se encuentra ligado a formas normativas de sexualidad (Butler, pág.16 1999), formas que reprimen lo que no es normativo, que lo destruyen o lo desvían, causando miedos a perder los lugares ocupados por los roles ligados al género; esto con el fin de conservar intacta la sexualidad normativa.
Por consiguiente, el género resulta ser un medio discursivo y cultural, a través del cual la naturaleza sexuada se establece como elemento fundamental del discurso, e incluso prediscursiva; como algo anterior a la cultura sobre lo cual actúa la cultura misma. (Butler, pág. 56  2007).
“La postura de que el género es performativo intentaba poner de manifiesto que lo que consideramos una esencia interna del género se construye a través de un conjunto sostenido de actos, postulados por medio de la estilización del cuerpo basada en el género. De esta forma se demuestra que lo que hemos tomado como un rasgo «interno» de nosotros mismos es algo que anticipamos y producimos a través de ciertos actos corporales, en un extremo, un efecto alucinatorio de gestos naturalizados.”(Butler, pág. 17 1999)
En este sentido, resulta relevante reflexionar sobre el papel del género en la construcción de relaciones políticas, sociales, económicas y culturales; e incluso como atraviesa nuestros sistemas de pensamiento, acción y percepción construyendo ideas binarias y homogéneas ligadas al rol de hombres y mujeres en las distintas sociedades.
De esta manera, “si el género es los significados culturales que acepta el cuerpo sexuado, entonces no puede afirmarse que un género únicamente sea producto de un sexo. Llevada hasta su límite lógico, la distinción sexo/género muestra una discontinuidad radical entre cuerpos sexuados y géneros culturalmente construidos.” (Butler, pág.54 2007)

Así pues, mantener la visión binaria de hombres y mujeres ayuda a mantener las diferentes desigualdades, los sistemas hegemónicos de control y poder e incluso más allá elimina la oportunidad de desear, sentir e incluso ser; además mantiene los sistemas de pensamiento cerrados, sistemas de si o no, de blanco o negro, suprime esa capacidad innata de soñar, descubrir, esa capacidad llena de posibilidades.
En este sentido, el reto es repensar el género como algo múltiplo, lleno de matices y variables. El reto además es eliminar de nuestros sistemas de pensamiento las dualidades y en cambio abrirnos a la libertad visceral del cuerpo, cerebro y corazón.



Referencias Bibliográficas
·         Butler, J (1999). El género en disputa- Prefacio. pp. 7-35. Routledge: New York.
·         Butler, J (2007). El género en disputa- Género: Las ruinas circulares del debate actual. Paidos: España.
·         Barbieri, T (1993). Sobre la categoría de género: Una introducción teórica- metodológica. Debates de Sociología No 1. UNAM

·         Jo Sol- Fake Orgasm. 2010. 81 Minutos